En Múnich: el kartoffelknödel
8 de abril de 2025Era tarde en Múnich. A esas hora, encontrar un sitio para saciar el hambre y disfrutar de una jarra enorme de cerveza oscura resultaba casi un milagro, pero, entre algo de suerte y pura cabezonería, se hizo el apaño.
La cerveza no tardó en llegar. Un par de sorbos de aquel maná oscuro fueron suficientes para dejar atrás un día igual de oscuro, pero en un sentido menos placentero.
Llegó su asado de ternera. Un trozo de carne acompañado de una especie de albóndiga de patata, ambos bañados en una piscina de salsa marrón oscura humeante. Desprendía un aroma lo suficientemente intenso como para despertar el hambre de cualquier ser vivo del lugar.
El sabor le hacía justicia. Tras probar la carne y mojar varios trozos de pan en la salsa, le llegó el turno a la bola de patata. Pero esta aguardaba, paciente, para complicar la trama. La dichosa bola se pegó al tenedor fundiéndose a él, envolviéndolo con su cuerpo áspero, pastoso y pegajoso, dificultando la tarea de partirla. El tipo, por alguna extraña razón, se metió un trozo de aquella bola siniestra en la boca. Esa pasta insípida se aferró con sequedad a su garganta. Parecía crecer al tragarse, como un hongo maquiavélico buscando destruir de forma horrible al primer humano que cayese en su trampa. Tuvo que dar un sorbo a la cerveza para mover aquella masa y así, salvar la vida. Esa cosa se arrastraba por su garganta hasta el estómago tal y como se arrastran por una tubería atascada los restos de comida putrefactos y acumulados durante meses, al ceder por la presión del agua. Sin entender muy bien por qué, siguió separando más trozos con el tenedor e intentando digerirlos. Pero esa bola no se terminaba. Él seguía partiendo más y más trozos mientras reflexionaba sobre lo absurdo de arruinar un plato tan delicioso con aquella masa insípida. No reparó en que la bola crecía y la cerveza menguaba al mismo ritmo.
A su espalda, de la pared colgaba un cuadro en el que un hombre yacía con la cabeza estampada en un plato hondo, rebosante de salsa oscura. A su lado, una enorme jarra de cerveza vacía. Una advertencia nada sutil, si me preguntan.
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Asier