Peces

18 de febrero de 2025

Las horas se prolongan como días, meses y años. Bueno, puede que exagere con los años. Aun así, el reloj parece detenido en este soporífero mar en calma y yo no soy precisamente alguien paciente. Desde aquí no diviso ni dirección ni destino.

Tengo hambre, el aburrimiento me consume y, para colmo, están los peces. Esos dichosos peces. Un montón de criaturas muy aburridas corriendo muy agobiadas de un lado a otro por asuntos que no le interesan a nadie. Algunos chocan contra mí, rompiendo la paz que había pactado con mi propio aburrimiento. Parecen suplicarme hacer algo todavía más aburrido que dejar correr el tiempo: unirme a ellos.

Arranqué un viaje prometedor con gente interesante y capitanes experimentados. Ahora, en cambio, me encuentro solo y sin rumbo, hostigado por peces insoportables, preguntándome qué fue de todo aquello.

Otra hora más. Parece que esos molestos peces se han ido con sus prisas a otra parte. Aprovecho para dejarme atrapar por mis pensamientos. De pronto, algo sucede. Una ola gigante me golpea. Sin embargo, no se trata de una ola sino de otro pez. Lo reconozco enseguida. Es un pez gordo a quien no parezco caerle bien. Me mira con desprecio pero ignoro su gesto porque, tras esta odiosa e interminable espera, por fin diviso tierra.

Es hora de fichar e irme a casa.

– Asier